sábado, 11 de enero de 2014

Soledad


Se había ido. Y con el todas mis ilusiones, esperanzas, todas mis ganas de vivir. Como en una especie de trato, me lo había dado todo cuando no tenía nada. Pero un trato siempre tiene dos caras, por lo que me lo había quitado todo, dejandome sin nada.

Se había llevado todo lo que había traído con el dos años atrás. Una tarde lluviosa de domingo, de esas en las que las calles están vacías y los bares abarrotados de hombres contemplando a otros hombres correr tras un balon. '¿Que tendrá esa maravillosa pelota que capta la atención de tantos hombres? ¡Que me diga su secreto!'. Decía siempre mi madre. Tardes de esas en las que los escasos coches que circulan por la carretera lo hacen rápido, nerviosos, como si temieran alterar el orden. Yo salía de la biblioteca. En el último año, aquel había sido mi refugio, el único lugar en el que podía escapar de la dura realidad. Aunque en las últimas dos semanas había acudido a aquel antiguo edificio más a menudo, con un propósito concreto. Quería un libro, pero parecía que aquel libro no me quería a mi, pues aún no lo había conseguido. Cruzaba el umbral de la puerta, haciendo extrañas cavilaciones sobre como podría conseguir aquel escurridizo libro, cuando lo vi. Justo delante de mi, bajo el brazo de un chico. Un chico que parecía sacado de una película de los años 20. Pero lo que más llamaba la atención era sus brillantes ojos color esmeralda. Lo que no sabía era que esos ojos serían los culpables de que, un día como hoy, yo, siga aquí.





Y antes de que se me olvide, feliz 2014 a todaaaas!!! aunque un poco atrasado, espero que sea un año genial, mejor que el anterior y que disfrutéis mucho.